Como
bien están mostrando diversos estudios internacionales, las políticas
neoliberales de los últimos años, han profundizado las desigualdades.
Desigualdades económicas (los Presidentes de las empresas de IBEX ganan 158
veces más que el resto del asalariado de sus empresas), pero también las
desigualdades de género, poco reflejadas, en muchas ocasiones, en los
indicadores económicos.
El
neoliberalismo, en el contexto de la crisis,
ha provocado una fuerte reacción respecto a estereotipos y roles de
género, buscando, de nuevo, separar los roles de producción y reproducción que
en crisis capitalistas anteriores consiguió la vuelta de las mujeres a los
ámbitos domésticos y del cuidado.
Sin
embargo, la precariedad salarial e inseguridad laboral, que hace imposible el
renunciar a un sueldo en el núcleo familiar, así como la resistencia de las
mujeres a abandonar espacios y derechos conquistados, está dibujando una nueva realidad
y un escenario difícil para el cuidado de la vida y la realización de proyectos
vitales.
El
debilitamiento, cuando no desmantelamiento, del incipiente “estado del
bienestar” con el pretexto de la crisis, muestra la verdadera cara del
neoliberalismo, que se desentiende de
las necesidades reales de las personas y las contempla como meros consumidores,
dejando en el ámbito estrictamente privado y privatizado los cuidados, con las
terribles consecuencias sobre las clases sociales más desfavorecidas y sobre
las mujeres, cuidadoras mayoritarias.
A
mi entender, el gesto de Bescansa, escenifica con nitidez, tal vez no buscada,
esta realidad. Por ello, hoy, la agenda feminista sigue siendo central.
Que en el 2016, sigamos
constatando las dificultades, cuando no imposibilidad, para desarrollar
nuestras vidas desde una humanidad contingente, es decir, superando la
dicotomía capitalista, productores/ consumidores, sabiéndonos y reclamándonos
personas en toda su complejidad (productiva, pero también susceptibles o
agentes de cuidados), muestra la necesidad política de abrazar las
reivindicaciones feministas , entendiendo que la agenda feminista es agenda
social.
Opino,
sin embargo, que hay que redefinir el esquema clásico basado en los términos de
producción/ reproducción. El fructífero debate suscitado en las redes sociales,
a cuentas del “niño de Bescansa”, lo ha puesto sobre la mesa. Y es que si bien
sigue siendo un reto compaginar maternidad y
desarrollo profesional-laboral, otras realidades interesadamente
invisibilizadas como los cuidados y ayudas a mayores y dependientes funcionales
también necesitan ser visibilizados.
Los
datos relativos a 2014, últimos ofrecidos por el INE, son muy esclarecedores.
Las personas de entre 85-89 años han aumentado en un 3,61 %, las de 90-94 años,
un 7,11 % y las mayores de 95, en un 5,81% . Mientras, las comprendidas en el
tramo de 0-4 años han descendido en un 2,8%,respecto a las estadísticas del año
anterior. También existe un saldo negativo (entre un 2 y 5%) en los tramos de
entre 20 y 39 años, tramos de edad más reproductivos, consecuencia de la emigración.
Por
tanto, es necesario y urgente situar en el centro del debate político este
tema. La corresponsabilidad familiar -superadora de roles de género- y social
de los cuidados debe ser un motor de cambio. Debe ayudar a definir una sociedad
más justa e igualitaria. Pero también una sociedad más humanizada. Desarrollar
políticas de cuidados, no sólo en los ámbitos educativo y asistencial
(residencias, escuelas infantiles, etc.), sino de complicidad con los agentes
sociales y económicos para
racionalizar horarios, ampliar
permisos de maternidad y paternidad irrenunciables, desarrollar la Ley de
Dependencia, así como explorar otras experiencias no institucionalizadas, deben
marcar este nuevo tiempo político, con el objetivo de avanzar en la agenda
social y feminista.
Josefina
Carreño Montoya.
Maestra
de A/L
Vocal
de la Intersindical Valenciana en la Plataforma Feminista de Alicante.
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